Situado entre Vitoria y Logroño, Laguardia es el lugar perfecto desde el que descubrir una región mágica y llena de sabor. Un pueblo en el que todavía se dejan las puertas abiertas. Una villa en la que quieres perderte una y otra vez hasta descubrir uno por uno todos los secretos que esconde entre sus calles.
Acostumbrado a conducir por autovía, puede parecer una locura recorrer los cincuenta kilómetros que separan Vitoria Gasteiz de Laguardia por la carretera secundaría del puerto de Vitoria (756 m) y Herrera (1.100 m). Se conduce despacio y con marchas cortas, con un pie en el freno y las manos firmes en el volante. Lo habitual en una vía tan estrecha y que además está llena de curvas traicioneras.

Una vez terminada la ruta entiendes por qué la mayoría prefiere hacer el viaje por autopista o nacional. Aunque claro, si evitas el puerto de Herrera no puedes disfrutar de las vistas de un mirador desde el que puedes contemplar los pueblos y viñedos de la Rioja Alavesa a vista de pájaro. Un recibimiento monumental que sólo es un adelanto de todo lo que te espera.
El mirador de Herrera es sólo un pequeño adelanto de lo que te espera al llegar
Cuando terminas de admirar las vistas, apenas tienes tiempo de recuperarte antes de llegar a Laguardia. Situado en una colina, este pueblo medieval fue durante siglos el primer escollo que tenían que superar todos aquellos que quisieran invadir el antiguo Reino de Navarra. Un pasado que no sólo se aprecia en el nombre, si no también en la muralla o en los santos que se colocaron encima de todos los portones para proteger a los vecinos que salían a la batalla.

No es de extrañar que existan murallas. Yo mismo las levantaría si con ello me asegurase de que las joyas que han hecho que Laguardia sea considerado como uno de los pueblos más bonitos de España se siguen conservando durante siglos y siglos.
Un lugar en el que quieres perderte

Edificios históricos como la torre Abacial, un antiguo campanario que se construyó pegado a la muralla para que ayudase en la defensa de la villa. Una torre que a día de hoy se encuentra abierta al público (1€ por persona) y es casi de visita obligada. Desde ella podemos disfrutar de una vista panorámica de Laguardia y las lagunas, viñedos y bodegas que la rodean.

La torre forma parte de la iglesia de Santa María de los Reyes, un templo que tiene el honor de contar con uno de los pocos pórticos policromados que se conservan en España.

Aunque para auténtico tesoro el carillón que cuelga de la fachada del ayuntamiento. Un reloj decorado con motivos vinícolas que se abre varias veces al día para ofrecer un espectáculo en el que varios hombres y mujeres bailan al ritmo del pasacalles típico de Laguardia.

Una plaza a la que se llega recorriendo la Calle Mayor, una de las arterias con más vida de todo el pueblo. En ella podemos encontrar todo tipo de comercios, desde tiendas hasta bares pasando por casas rurales y restaurantes.

Y no es la única, puesto que todas las calles guardan algún pequeño secreto, un jardín, una escultura, un portón de madera… Un detalle, en definitiva, que hace que tengas ganas de perderte por ellas.

Cuando por fin te encuentras ya estás preparado para recorrer el paseo del Collado. Un jardín que rodea el exterior de la muralla y que ofrece, especialmente al atardecer, un ambiente relajado y tranquilo en el que descansar después de todo un día de visita.

Es una zona con grandes vistas gracias en parte a la altura de la que dota la colina sobre la que se sitúa la villa. En el norte del paseo nos podemos encontrar con el monumento al fabulista Félix María de Samaniego. Un quiosco de finales del siglo XIX que cuenta con vistas a la sierra de Cantabria.
Tierra de vinos

Aunque por encima de la herencia medieval Laguardia es una tierra de vino y eso se nota en el ambiente. Las bodegas están por todas partes. Algunas como la de Ysios, diseñada por Santiago Calatrava, son auténticas obras de arte que se funden de manera magistral con su entorno. Otras como El Fabulista permanecen ocultas bajo el subsuelo del pueblo, donde el vino ha encontrado el entorno ideal para madurar durante siglos.
No es sólo que la villa esté rodeada de viñedos y bodegas, es que el pueblo entero vive por y para la cultura del vino. De ahí que Laguardia sea un lugar inmejorable para descubrir una región mágica y llena de sabor.