Ser refugio de artistas durante siglos le ha dado a Altea un ambiente bohemio, pero si hay algo de lo que puede presumir es de tener las mejores vistas de la Costa Blanca.
Cuando vas de vacaciones a la Costa Blanca lo que esperas son las típicas imágenes que llenan los telediarios en verano. Las playas a rebosar donde apenas se puede clavar una sombrilla, grupos de guiris color cangrejo con la marca de las gafas de sol en los ojos, los anuncios de la ciudad de vacaciones, Maria Jesús y su eterno acordeón tocando sin parar…
Pero lo cierto es que todo ello sólo representa a una pequeña parte de todo lo que puede ofrecer Alicante. De hecho, si os describiese calle por calle el casco viejo de Altea lo más seguro es que no lo situaseis a menos de 100 kilómetros de Benidorm. Pero en realidad sólo necesitas 20 minutos en coche.

Sólo 20 minutos para empezar a pasear uno de los pueblos más bonitos del Mediterráneo. Apenas tienes que recorrer la calle de San Miguel hasta la Plaza de la Iglesia para darte cuenta. Las casas, lacadas en blanco, parecen no tener fin y están llenas de pequeños detalles que hacen que cada una sea única.

300 metros que sirven de calentamiento para lo que te vas a encontrar después. Puestos de artesanía, tiendas de moda e incluso alguna galería se reparten el espacio con heladerías y algún que otro bar.

Todo ello por unas calles que invitan a perderse, vaciar la mente y olvidar todos los problemas.

Al menos hasta que llegas a alguno de los muchos miradores desde los que se tiene una vista panorámica del Mediterráneo y la Costa Blanca y no puedes más que sentirte impresionado.
Refugio de artistas

Durante siglos Altea ha sido todo un refugio para artistas de todo el mundo. Pintores, escultores, poetas, cantantes y todo tipo de artesanos se han congregado en el pueblo gracias a un paisaje y una luz que crean un entorno único e inspirador. Unos habitantes ilustres que han ido dejando su huella por todo el pueblo, decorando casas y restaurantes; pintando frescos e, incluso diseñando los carteles de las fiestas locales.

Una herencia que se mantiene con vida gracias a la cantidad de estudios, galerías y puestos de artesanía que te vas encontrando a lo largo del casco viejo de Altea. Un toque bohemio que, pese a haberse visto afectado por el impacto del turismo, te transporta en volandas.

De hecho, Altea cuenta incluso con su propia universidad de bellas artes. Todo un mérito si tenemos en cuenta que estamos hablando de un pueblo de menos de 25.000 habitantes.
Cena con vistas

Los hosteleros han sabido aprovechar las vistas privilegiadas de la Costa Blanca con las que cuenta Altea. De hecho, no hay restaurante que se precie que no cuente con algún balcón o terraza con unas vistas al Mediterráneo que enamoran. Especialmente cuando llega el atardecer y la luz anaranjada de la hora mágica tiñe todo el litoral.

Lo cierto es que el entorno de muchos de estos restaurantes es inmejorable pero, como en todos los lugares de costa, hay que tener cuidado con dónde te acabas sentando o puedes caer de lleno en una trampa para turistas.
[blue_box]Consejo: Si tienes pensado quedarte a cenar en Altea y quieres tener una buena mesa lo mejor es reservar un par de horas antes de la cena. De lo contrario incluso puedes llegar a quedarte sin sitio.[/blue_box]
Esas noches de verano

Conforme se pone el sol la vida en Altea se multiplica, especialmente en esas noches de verano en las que la temperatura invita a salir de casa y sentarse al fresco en una terraza. Los puestos están más vivos que nunca. Los artistas callejeros siguen haciendo sus retrasos y caricaturas, solo que ahora ayudados de lámparas. Incluso el maestro de la globoflexia sigue deleitando a pequeños y mayores con sus figuras de pástico.

Aunque lo realmente asombroso es darse cuenta de cómo el ambiente y, sobre todo, las vistas cambian por completo cuando cae la noche. En los miradores ya no llama la atención el paisaje montañoso de Alicante o la inmensidad del mediterráneo, si no las miles de luces que, cual luciérnagas, iluminan la Costa Blanca. Un bis que hace de cierre para el espectáculo que da vida a Altea cada noche de verano.