Puede que en 48 horas no haya tiempo suficiente para sentir la esencia de Oporto, pero es más que suficiente para tomarle el pulso a una ciudad mágica.
Hay lugares que tienen ese algo que te atrapa como si tus pies hubieran echado raíces. Llámalo algo, toque, alma, esencia… Por más vueltas que le de no sabría muy bien como definirlo. Pero en cuanto tu cuerpo lo nota el ambiente hay algo que se ilumina dentro de ti. Una idea que da paso a la siguiente. Y a la siguiente. Y a la siguiente.
Para mi Oporto es uno de esos lugares. Puede que sea por la vida que llena sus calles, el encanto de su arquitectura, el sabor de su gastronomía… o puede que sea por que no podía parar de imaginarme a una desconocida J.K Rowling deambulando por ella. Dando forma al mago más famoso de todos los tiempos. ¿Cómo no sentir esa magia cuando recorres la librería que inspiro Flourish y Blotts? ¿Cómo no notar ese algo cuando te sientas en la cafetería en la que se dio forma al primer libro de Harry Potter?
[blue_box]Aunque hay muchos establecimientos en los que no te ponen trabas, es posible que tengas problemas al pagar con tarjeta de crédito (no portuguesa) por lo que te recomendamos que lleves dinero en efectivo.[/blue_box]
Viernes: vino, bodegas y unas vistas impresionantes

Lo primero que hay que hacer en cuanto llegas a Oporto es acercarse hasta el Ponte Dom Luís, una de las maravillas arquitectónicas de la ciudad. Da igual la época del año en la que vayas, lo más seguro es que esté a rebosar. Aún y todo la sensación de cruzar el rio Duero sobre este gigante de casi 400 metros de ancho y más de 50 de alto hace que merezca la pena la aglomeración. Aunque el nivel superior es más espectacular, empezamos la ruta cruzando por el nivel inferior hasta el barrio de Gaia. Luego entenderéis el porqué.

En este barrio de Oporto, pegadas a la orilla del rio, se concentran las bodegas más importantes de la ciudad. Personalmente no soy muy fan del vino de Oporto, pero uno no puede venir hasta aquí e irse sin probarlo.
Además de las típicas rutas y degustaciones en las bodegas, la zona de Gaia ofrece unas vistas espectaculares del barrio de Ribeira, uno de los más antiguos de la ciudad. Incluso puedes ver de cerca los Rabelos, un tipo de embarcación que utilizaban las bodegas de la zona para distribuir el vino de Oporto.

Al final de la Avenida Diogo Leite se encuentra el teleférico de Gaia con el que vamos a subir hasta el nivel superior del Ponte Dom Luís. Si te has pasado con el vino puede que la cabina se te mueva un poco, pero lo cierto es que el viaje no puede ser más tranquilo. Apenas dura un par de minutos, suficientes para disfrutar de unas vistas increíbles de la ciudad.
Aunque, siendo sinceros, es sólo un pequeño aperitivo de lo impresionante que resulta cruzar el Ponte Dom Luís por su nivel superior. Especialmente si es una tarde soleada y puedes disfrutar de la puesta de sol. Si tienes vertigo lo mejor es que no te asomes, sus 50 metros de altura no son cualquier cosa.
Sábado: una ciudad con solera

Si te apetece empezar el sábado con algunas compras te recomendamos que recortar la Rua da Miguel Bombarda y la Rua de Cedofeita. Dos calles en las que se concentran gran parte de las tiendas independientes y alternativas de la ciudad. Algunas como Ó! Galeria (arte), Máquinas de Outros Tempos (fotografía) o Papa-Livros (librería infantil) merecen mucho la pena.

Aunque recientemente han empezado a cobrar entrada (3€), la tienda que no puedes dejar de visitar bajo ningún concepto es Livraria Lello e Irmão. Especialmente si eres fan de Harry Potter. Además de ser uno de los rincones favoritos de J.K. Rowling, sirvió de inspiración para la librería de Flourish y Blotts en las películas. Al menos si compras algo te descuentan la entrada del precio.

La librería le está robando gran parte de la atención a su vecina la Torre dos Clérigos. Una iglesia del siglo XVIII desde la que se pueden disfrutar de unas vistas de toda la ciudad gracias a sus 75 metros. Si la magia y las torres no es lo tuyo, en la zona puedes encontrar un buen puñado de tiendas únicas como A Vida Portuguesa o unas galerías que se esconden bajo un parque.

Si te apetece comer algo rápido, por la zona puedes encontrar dos hamburgueserías que no te van a dejar indiferente: por un lado Munchies y sus deliciosas patatas y por el otro un McDonalds imperial de estilo ArtDeco. Para el postre lo mejor es que te acerques hasta Santini, el mejor helado de la ciudad. Todos están cerca de la Avenida dos Aliados, así que quedan a un tiro de piedra.
Después de comer es el momento perfecto para hacer una parada en la Estação Ferroviária de São Bento. Una impresionante estación de tren que, como muchos edificios emblemáticos de Oporto, tiene sus paredes cubiertas de azulejos.

Por último, para terminar el día, nada como recorrer la Rua da Santa Catalina, una calle donde podemos encontrar algunos de los comercios y edificios de toda la vida más curiosos. Como el Majestic Café, donde Rowling iba a escribir Harry Potter. El Mercado do Balhão, donde la frescura de los productos es el contaste a la solera del edificio. Comer Chorar Pos Mais, una degustación de toque añejo donde se pueden encontrar todos los productos gourmet que imagines. O la propia Capela das Almas, con una de las fachadas de azulejos más bonitas de todo Portugal.
Domingo: de puente a puente

El domingo es hora de poner fin a la escapada acercándonos a conocer de cerca el barrio de Ribeira, una de esas zonas con encanto que invita a perderse. Algunas casas tienen sus fachadas decoradas con azulejos, mientras que otras dejan entrever el paso de los años.

Si el tiempo acompaña, la mañana del domingo también es un buen momento para subirse a un barco y recorrer el rio Duero. Es la mejor forma de conocer los siete puentes que unen las dos mitades de Oporto. Unos 40 minutos de travesía en los que disfrutas de la brisa mientras descansas los pies.

Ya en tierra, es hora de despedirse del Duero e ir dirección norte. En la Praça do Infante Dom Henrique podemos entrar a visitar el Palacio de la Bolsa, un impresionante edificio neoclásico del siglo XIX, o pararnos a comprar algún que otro recuerdo en tiendas como Portosigns o Galo Louco.

Aunque para recuerdo el sabor a gloria que dejan las famosas Francesinhas, uno de los platos típicos de la zona. Puede que sea toda una bomba de relojería, pero irse de Oporto sin probar este sandwich es todo un pecado. Se puede comer en muchos restaurantes, pero si quieres comer una de las mejores tienes que ir a Cantinho do Avillez. Tranquilo, ya la bajarás luego dando un paseo por la Rua das Flores.