El verdadero manjar del otoño.
Odio el verano. Ala, ya lo he dicho. Donde esté la sensación de dormir hecho un burrito en la cama que se quiten todos los chiringuitos. O, ¿acaso soy el único que prefiere ir bien abrigado a sudar con cada movimiento? Y ¿qué me decís del secano en el que se convierten jardines y bosques en agosto? Ni si quiera están en la misma liga que un bosque otoñal, como para competir con ellos. Y ya ni hablamos con lo bien que se vive cuando no hay un calor asfixiante que te roba el aire.
Y además están las castañas asadas. Ese manjar del que apenas podemos disfrutar unos meses y que ensombrece al helado e incluso los mazapanes. Una pequeña estufa comestible que te calienta las manos y el alma. Sí, sí. Como lees. El alma. Así de bien sientan.
En los últimos años los puestos callejeros de muchas ciudades han elevado el precio a categoría gourmet, pero asar castañas en casa es tan sencillo que ya no hay excusa para no disfrutar de ellas cada vez que te de el antojo.
Cortar, hornear, disfrutar

Enserio, asar castañas en casa es un juego de niños. En otoño las puedes encontrar en muchas fruterías o supermercados, además su precio es bastante asequible.
Una vez las tengas a casa, los pasos a seguir no pueden ser más rápidos:
- Precalientas el horno a 200º.
- Limpias las castañas con algo de agua si tenían algo de tierra.
- Con la ayuda de un cuchillo les haces una cruz (+). Es importante que sea profunda y corte la piel además de la cascara.
- Colocas un papel de horno sobre la bandeja y distribuyes las castañas de manera uniforme.
- Con el horno ya caliente asas las castañas durante unos 25 minutos (dependiendo del tamaño puede ser mas o menos).
[blue_box]La mejor forma de saber si están bien cocinadas es pincharlas. Si están blandas están listas.[/blue_box]

Para cuando te quieras dar cuenta tienes un cono lleno de castañas en la mano y estás paseando por el parque.