No tienes que ser un MacGyver de la vida para tener una.
Durante gran parte de mi infancia tuve una obsesión con los aventureros. Como todos los niños era bastante impresionable y los sábados por la mañana no paraban de repetir series como «MacGiver» o películas como «Indiana Jones«.
Lo cual, a parte de un gran conocimiento de la cultura de los 70-80, me hizo querer vivir las típicas aventuras de un arqueólogo que reparte puñetazos a los nazis mientras desactiva bombas nucleares con la ayuda de un clip y un chicle. Puede que gran parte de la culpa lo tuvieran los interminables veranos en un pueblo perdido de la mano de dios, pero el caso es que tenía casi todo el kit. Desde la bandolera y un mapa hasta un kit de pinceles para quitar el polvo.
Sólo me faltaba la famosa navaja suiza. Por mucho que diese la tabarra lo máximo que conseguí fue una cosa chunga que regalaban con la cerveza. No cortaba ni la mantequilla (esto supongo que estaba bien teniendo en cuenta mis 8 añazos) y su conjunto estructural colapsó por completo el día que apreté de más el portabidones de la bici, pero sirvió para que dejará de aburrir.

Con el tiempo me fui dejando de tonterías hasta que hace un par de años viajé a Munich. Entre nieve, currywurst y cerveza me encontré con una tienda que tenía navajas suizas. Casi todas eran Victorinox, las originales, y además estaban de oferta así que después de más de 10 años queriendo una por fin me la acabé comprando.
Al volver a Vitoria pensé que sería uno de esos caprichos que acaban cogiendo polvo en el cajón, pero lo cierto es que la navaja suiza (24€) se ha convertido en un habitual de mis bolsillos junto con la cartera, el móvil, las llaves y un cuaderno.
[blue_box]Consejo: Si te acostumbras a llevar una navaja suiza contigo a todas partes recuerda dejarla en casa o facturarla si vas a viajar en avión si no quieres que acabé en la sección de objetos confiscados.[/blue_box]
La jungla de asfalto

Puedes creer que una navaja suiza sólo es útil si te pasas el día perdido en el monte, pero es de gran ayuda incluso si lo más cerca que has estado de la naturaleza es el Parque del Retiro:
- Abrir los paquetes de Amazon y las cartas como si fueras alguien lo suficientemente importante como para tener un abrecartas.
- Apretar las tuercas del trípode para que la cámara no salga volando.
- Cortar todo tipo de bridas y envases abrefácil que aparecen en tu vida.
- Quitarle la chapa a las cervezas con las que terminas el viernes.
- Hacer de palanca para despegar las piezas Lego que se rebelan.
- Pelar la fruta. Porque comer la fruta con piel es de salvajes.
Y otras tantas tareas cotidianas que puedes solucionar sacando la Victorinox del bolsillo en vez de tener que rebuscar por ahí.
Un icono del Siglo XX

Todo ello sin tener en cuenta lo gratificanete que resulta poder admirar y juguetear con uno de los productos más icónicos de todo el siglo XX. Parodiadas en multitud de ocasiones, las navajas suizas de Victorinox tienen un diseño que se ha mantenido prácticamente inalterado desde hace más de 100 años.
Hoy en día es fácil encontrar modelos de todos los colores y con todo tipo de herramientas (incluso pendrives), pero sin duda alguna ninguno es tan característico como el kit inicial (24€) con cuchillo, destornillador, tijera, sierra, lima, sacacorchos y abrebotellas.