Toda la primera temporada de The end of the fucking world se podría resumir en un ”la que habéis liao pollitos”.
A estas alturas de la película creo que ninguno se sorprende al ver que Netflix ha lanzado, una vez más, una gran serie. Puede que nadie se esperase gran cosa de House of Cards en 2013, pero en 2018 las expectativas son distintas. No sé vosotros, pero con la segunda temporada me he encontrado a gente hablando de Stranger Things hasta en la sopa.
[blue_box]Ficha técnica:
Duración: 8 capítulos de 20 minutos.
Director: Jonathan Entwistle.
Basado en el trabajo de Charles Forsman.
Protagonizado por Jessica Barden y Alex Lawther.[/blue_box]

Todavía le sale algún que otro tiro por la culata, pero lo cierto es que nadie entiende al público joven como Netflix. Y no hablo de gustos, sino de los problemas, objetivos y forma de vida de esos devoradores de aguacates que son los millenials. Por trece razones habla del bullying y superar pérdidas; Easy enseña lo complicado que es el amor; Master of None nos cuenta lo difícil que es encontrar tu camino; y ahora llega The end of the fucking world para contarnos la historia de dos jóvenes poco convencionales que acaban huyendo al más puro estilo Bonnie y Clyde.
La historia, que está basada en el cómic homónimo de Charles Forsman, es una especie de roadmovie en la que dos chavales de 17 años huyen de sus casas. Nada del otro mundo si no fuese por que James (interpretado por Alex Lawther, al que siempre le toca hacer papeles de rarito) es un psicópata que tras matar todo tipo de animales busca una presa más grande. Ahí es donde entra Alyssa (interpretada por Jessica Barden), una chica que está harta de tantas gilipolleces y acaba interesándose por James.

A partir de ahí empieza una relación de lo más extraña en la que Alyssa busca una pareja que la comprenda y James le sigue la corriente mientras planea en secreto como asesinarla. Por que si hay algo de lo que puede presumir The end of the fucking world es de tener mucho humor negro.
Aunque la trama no vaya a ganar ningún Globo de Oro, lo que si se merece un galardón es la estética de la serie. Tanto la ambientación como la dirección fotográfica son de 10. No se si se habrán inspirado en él, pero hay planos con tanto cariño que parecen salidos de una película de Wes Anderson. Mención especial al cambio de proporción 16:9 a 4:3 cuando se hacen flashbacks.

A todo esto hay que añadirle una banda sonora que tiene auténticos temazos. Si no me crees échale un oido en Spotify.
Los 20 minutos que dura cada uno de los 8 capítulos hace que sean como pequeños aperitivos. Incluso aunque te los veas de un atracón, el maratón no será más largo que ver “Los Miserables”.